lunes, 7 de mayo de 2012

UN DÍA INOLVIDABLE

UN DÍA INOLVIDABLE

Para celebrar el día de nuestra Madre Tierra mi amiga Ana, mi marido y yo emprendimos el camino hacia el cerro Pedrera.

Comenzamos la subida que discurría a través de un bosque de majestuosos eucaliptos que se alzaban al cielo como si quisieran tocarlo. Bajo nuestros pies se escurría la tierra desgarrada, a veces cubierta de hojas, teniendo que buscar apoyo en las piedras que emergían salpicadas del suelo. Culminamos el cerro y allí estábamos, tan cerca del cielo y de la tierra a la vez. Abrí los brazos y respiré profundamente. ¡Qué sensación de libertad! En esos momentos no existía nada más.

Conscientes de nuestra misión, tomamos asiento sobre unas piedras que por su altura nos permitían tocar el suelo. A lo lejos un pavo real nos regalaba su canto, ¿que nos estaría diciendo?. Con música de los indios nativos de América colocamos con dulzura nuestras manos sobre la seca tierra y, cerrando los ojos, comenzamos a dar energía sanadora a nuestra Madre.



La Madre Tierra me mostraba sus entrañas desde un agujero tan profundo que no llegaba a ver el fondo. Sumergida en él, contemplaba como descendía del cielo una especie de bruma de luz blanca que se filtraba a través de la superficie. Observando a mi alrededor me llamó la atención las paredes de aquel sitio, de ellas colgaban estrechos caminos hechos de madera, sobre los que pequeños y delgados seres con gorros puntiagudos, colocaban con suma delicadeza unas vendas blancas donde parecía haber una herida... entonces volví arriba.

En silencio abrimos los ojos, nos miramos y, poco a poco, volvimos al mundo físico. Emocionados, llenos de amor y agradecimiento compartimos nuestra experienciencia. La Tierra, como una madre que espera paciente la vuelta de sus hijos, nos recuerda que su alma y la nuestra son una sola, que necesita nuestra ayuda para seguir viviendo juntos, y que aunque la visitemos poco, ella nos sigue esperando.

Reflexión: Los tres estuvimos de acuerdo, sentíamos que durante el tiempo que había durado nuestro viaje, los espíritus de los indios nativos habían estado junto a nosotros.

Bajamos del cerro hasta la ribera y en una pequeña cascada que brota con fuerza de la tierra, metimos nuestras manos en sus aguas para cargarnos con su energía, paseamos por los pinares disfrutando del paisaje, nos abrazamos a los árboles... El día estaba precioso  y la naturaleza se asomaba hermosa a nuestro paso.

Emprendimos el camino de vuelta, nos fuimos a comer y después la merienda: café y pasteles.


Llegó ha hora de volver a casa, felices y con el latido que el cerro Pedrera había dejado en nosotros nos despedimos. Fue un día inolvidable.


                                   TE QUEREMOS MADRE






Música que me ha inspirado:
Vídeo YouTube "Medicina para la Madre Tierra" (Indios nativos de América).